Nannette y Juan... ¿Quién podría sospechar que en el otoño de sus vidas les esperase la primavera? Era la noche del 21 de marzo de 2014. Juan se levantó del sofá de su casa en la SanSe, resuelto, con una clara determinación de índole artística: “Se acabó; me voy al Museo de Arte de PR a escuchar la poesía de Julia de Burgos, en celebración de su Centenario.” Nannette salía de RICHART, su chocolatería francesa, con un terrible ataque de “hangriness” y la misión de devorar un pedazo de pizza a la mayor brevedad posible. Se decía: “Si no ceno pronto, consideraré la antropofagia como solución.” Sus rumbos se cruzan por vez primera en esa calle parrandera y martirial. Juan, casi choca con ella. Luego de las presentaciones de rigor y de manera entusiasta a la par de jovial, el improvisa la propuesta de cambiar pizza por poesía. Ella, que ama la poesía, pero que está verde del hambre, titubea... El parece percatarse de que ella no sabe si escuchar la voz de su primer cerebro, o la del segundo y entonces modifica su oferta con pasmosa rapidez: “¿Qué tal si escuchamos un poquito de poesía y luego cenamos en Laurel?” A ella se le alegra el espíritu y le cascabelea la barriga pensando: “¡Ese es mi restaurante favorito y este, el camino perfecto para calmar nuestras hambres!” Poco intuían que aquel momento en que decidieron irse juntos, determinaría el resto de sus vidas amorosas. Esa noche “ellos mismos fueron su ruta”. Su mundo se llenó de primavera. Y hoy se aman como para no dejarse jamás.