Every time someone asks this, I don't know where to start, so let's do it from the very beginning. I'll do my best to be brief and concise, but no promises! Let's go back to 2004 in Barquisimeto, Venezuela, where Jose and I met at a Christian camp. He was visiting from Spain with his family for a few weeks. We instantly connected as teenagers and quickly became great friends, saying goodbye was tough despite the short time ; I was 12 years old, and he was 13 at the time. We kept in touch through the internet and international calls, strengthening our friendship. Although we both felt something special from the beginning, we didn't discuss it much back then; we simply shared experiences and always laughed a lot together. At 17, I had the opportunity to go to Austria to learn German; at that moment we were excited to see each other again on this trip so we planned to spend a few weeks in Barcelona. We explored the city cherishing every moment together so it didn't take us long to realize the depths of our feelings. We openly talked about our emotions, acknowledging that we liked each other from the first day we met. We were no longer children, not that much anyways. We decided to embark on a long-distance relationship that lasted eight months because we began college and faced an uncertain future, without jobs and the prospect of being apart, we reluctantly accepted that we had to let go of our possibility of being together. Nearly a decade passed, and we remained in constant contact, supporting each other as good friends. We shared experiences, sought advice, and were there for each other during important moments in our lives, both happy and sad. Fortunately, technology made it easier to stay connected more and more. In 2019, just before the COVID-19 pandemic, Jose planned to visit his family in Mexico and decided to make a stop in New York, where I lived, to meet and catch up. He wanted to see me one last time and close this chapter in our lives (he would tell me this later). This question had been lingering for a long time; this trip would be decisive for us. Once again, our feelings resurfaced quickly and stronger, as they always did when we spent time together in the past, but this time, we were adults, aged 26 and 27, with more maturity and clarity; after much contemplation and prayer, we made the decision to give it our all and give ourselves the opportunity to discover together what we felt; taking advantage of Jose's business allowing him to travel frequently to see me definitely would help. Then COVID-19 arrived, and we feared it could be the end for us as we found ourselves on different continents again, unsure of how long the separation would last. Fortunately, after some difficulties, Jose managed to board a plane and miraculously arrived in the United States, which allowed us to be together again in the same place, and from there, everything else seemed easier in comparison. In 2020, we legally got married in New York, in the cozy apartment of my best friend. Although our families couldn't be with us physically, they joined together with over a hundred people in a Zoom video call, sharing our happiness and commitment. And so, this long and challenging journey brings us to the present. As you can see, we have faced numerous obstacles since we first met, but we have experienced every stage together, building a beautiful and resilient relationship that we are incredibly grateful for! Nothing brings us more joy and satisfaction than finally sharing this precious moment with our loved ones, our family, and closest friends.
Cada vez que alguien pregunta esto, no sé por dónde empezar, así que volvamos al principio. Haré mi mejor esfuerzo para ser breve y concisa, ¡pero no prometo nada! Regresemos a 2004 en Barquisimeto, Venezuela en donde Jose y yo nos conocimos en un campamento cristiano (Él estuvo de visita desde España con su familia durante algunas semanas) Conectamos instantáneamente siendo adolescentes y nos convertimos rápidamente en grandes amigos. A pesar de que fue poco tiempo despedirnos fue difícil; yo tenía 12 años y él tenía 13 en ese momento. Mantuvimos contacto a través de internet y llamadas internacionales, fortaleciendo nuestra amistad. Aunque ambos sentíamos algo especial desde el principio, no lo discutimos mucho en aquel entonces; solo compartíamos experiencias y siempre nos reíamos mucho juntos. A los 17 años, tuve la oportunidad de ir a Austria para aprender un poco de alemán, y Jose y yo estábamos emocionados de vernos nuevamente en este viaje por lo cual planeamos pasar unas semanas en Barcelona. Exploramos la ciudad, disfrutando cada momento juntos y no tardamos mucho en darnos cuenta de la profundidad de nuestros sentimientos. Hablamos abiertamente de nuestras emociones, reconociendo que nos gustábamos desde el primer día que nos conocimos. Ya no éramos niños, o al menos no tanto. Decidimos embarcarnos en una relación a distancia que duró ocho meses debido a que al comenzar la universidad y enfrentar un futuro incierto, sin trabajo y con la perspectiva de estar separados, tuvimos que aceptar a regañadientes que debíamos dejar ir nuestra posibilidad de estar juntos. Pasó casi una década, y seguimos en contacto constante, apoyándonos mutuamente como buenos amigos. Compartimos experiencias, consejos y estuvimos allí el uno para el otro durante momentos importantes en nuestra vida, felices y no tan felices. Afortunadamente, la tecnología nos facilitó mantenernos conectados cada vez más. En 2019, justo antes de la pandemia de COVID-19, Jose planeó visitar a su familia en México y decidió hacer una parada en Nueva York, donde yo vivía, para encontrarnos y ponernos al día. Él quería verme una última vez y cerrar este capítulo en nuestras vidas (esto me lo comentaría más tarde) Esta pregunta había quedado en el aire durante mucho tiempo, este viaje sería decisivo para nosotros. Una vez más nuestros sentimientos resurgieron rápidamente y más fuertes, como siempre sucedía cuando pasábamos tiempo juntos en el pasado. Pero esta vez, éramos adultos, con 26 y 27 años, con más madurez y claridad; después de mucha contemplación y oración, tomamos la decisión de darlo todo y darnos la oportunidad de descubrir juntos esto que sentíamos; aprovechando que el negocio de Jose le permitía viajar con frecuencia para verme. Entonces llegó el COVID-19, y temimos que pudiera ser el fin para nosotros debido a que nuevamente nos encontramos en diferentes continentes, sin saber cuánto duraría la separación. Afortunadamente, después de algunas dificultades, Jose logró abordar un avión y llegó milagrosamente a Estados Unidos, lo cual nos permitió estar nuevamente en el mismo sitio, y desde allí, todo lo demás parecía más fácil en comparación. En 2020, nos casamos legalmente en Nueva York, en el acogedor apartamento de mi mejor amiga. Aunque nuestras familias no pudieron estar físicamente con nosotros, se unieron junto a más de cien personas en una videollamada de Zoom, compartiendo nuestra felicidad y compromiso. Y así, este largo y desafiante viaje nos lleva al presente. Como pueden ver, hemos enfrentado numerosos obstáculos desde que nos conocimos por primera vez, pero hemos experimentado cada etapa juntos, construyendo una hermosa y resistente relación de la que estamos increíblemente agradecidos! Nada nos brinda más alegría y satisfacción que finalmente compartir este precioso momento con nuestros seres queridos, nuestra familia y amigos más cercanos.